La novela desarrolla una trama policial muy interesante, con giros y revelaciones que van complicando la investigación. La trama se sumerge en el conflicto árabe-israelí que aparece en sus primeras páginas con una imagen bastante pro-palestina, pero que va adquiriendo un tono más equilibrado conforme avanza la narración, especialmente en una entrevista que encontramos en la parte central y que aporta luz y una visión interesante sobre el conflicto.
La investigación nos mostrará también otros aspectos inquietantes como el tráfico ilegal de órganos, la lucha desinformativa entre judíos y árabes con el objetivo de ganarse a la opinión pública internacional, los abusos de poder, las prácticas crueles que son habituales en los países islámicos y el papel oprimido de la mujer.
La protagonista de la novela es un personaje lleno de matices, Sarah Toledano, de origen sefardí, la primera mujer nacida en España que ha alcanzado el grado de inspectora de homicidios en el departamento de policía de Jerusalén. Con doble nacionalidad y acento andaluz, Sarah arrastra fantasmas del pasado que se irán desvelando a lo largo de la narración y que la mantienen en una constante lucha contra su conciencia y en un continuo debate entre lo conveniente y lo moralmente correcto. Con un corazón descreído y vacío, intenta llenarlo con el sexo a través de patéticas relaciones con hombres a los que trata como kleenex de usar y tirar.
El ayudante de Sara es el sargento Lautaro Heller, de origen askenazí, socarrón y cínico, emigrado desde Argentina por la misma razón que Sarah, buscando la estabilidad económica que no encontraba en su país, por lo que el pragmatismo triunfa sobre el idealismo.
Las circunstancias alrededor de la aparición del cadáver de una joven en uno de los territorios más conflictivos de Jerusalén puede provocar una situación caótica que de comienzo a una nueva ola de violencia. Se inicia así una investigación en la que los dos protagonistas se complementarán mientras se enfrentan a una compleja trama que se irá enredando aún más con la aparición de más cadáveres.
La investigación se sigue con interés y se completa con constantes conversaciones entre los protagonistas en las que comparten sus reflexiones políticas y religiosas que muestran su anti-religiosidad y su imagen negativa de Dios provocada por la hipocresía y la violencia religiosa. Coincido en que el odio y el rencor no solucionan problemas sino que los acrecientan, también en que la religión está tristemente detrás de muchos conflictos, viviendo además al margen de la realidad social y de la vida cotidiana de la gente. Pero para tener una visión completa de esta realidad hay que señalar también que los radicalismos provienen de todos los ámbitos: políticos, religiosos o ateos, además de mostrar cómo muchas personas religiosas mantienen una sincera relación con Dios y fomentan la paz y el amor, como es el caso de los cristianos que se esfuerzan por tender lazos de unión entre judíos y palestinos. Estos cristianos siguen las enseñanzas de Jesucristo, quién enseñó el amor a Dios y al prójimo como mandamientos que resumen la ley de Dios y que se convierten en verdadera fuentes de restauración y reconciliación. Una frase de Jesucristo que se cita en la novela y que viene muy al caso de la trama creo que contiene la clave para solucionar conflictos y para tener una adecuada visión de la vida: “quién esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.
La cosecha humana nos sumerge en una compleja trama policíaca en las que sus protagonistas vivirán situaciones extremas, tendrán que enfrentarse a todo tipo de obstáculos y a una lucha de intereses de inciertas consecuencias. Además, Sarah tendrá que lidiar con sus propias fantasmas y con unos remordimientos a los que tendrá que hacer frente en una complicada y crucial decisión.
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