jueves, 25 de abril de 2013

Generación EGB

¿Te marcó la muerte de Chanquete?

¿Te obligaba tu madre a beber muy rápido el zumo de naranja porque se le iban las vitaminas?

¿Tenías que esperar dos horas para hacer la digestión antes de bañarte en la piscina?

¿Rebobinabas las cintas de música con un boli Bic?

Si tus respuestas a estas preguntas son afirmativas y al leerlas se ha despertado en tu interior un sentimiento de nostalgia, no hay duda, por tus venas, al igual que por las mías, corre el gen de la EGB, así que te invito a aceptar la irrestible propuesta que nos hace el periodista Javi Nieves para realizar un viaje inolvidable por nuestra infancia y juventud con su libro Generación EGB (ed. Espasa, 2013),  que tiene su origen en la sección del mismo nombre que el autor conduce en un conocido programa de radio de la cadena COPE.


He disfrutado de principio a fin con este divertido y nostálgico regreso al pasado que no deja área de nuestra vida sin recorrer. El colegio, la casa, la calle, las vacaciones, los juegos, la televisión, las películas, la música, las comidas, etc., estamos ante una completa recopilación de una parte fundamental de nuestras vidas.

El primer capítulo está dedicado al colegio, donde nos encontraremos con los diferentes prototipos de compañeros que nunca faltaban en cada clase y disfrutaremos de unos recreos en los que, después de zampar el phoskitos, el cuerno o la palmera de chocolate correspondiente, el patio se convertía en una zona de juegos con las chicas jugando a la comba, los chicos echando un partido de fútbol de veinte contra veinte o todos juntos jugando al pillapilla, al escondite inglés, al balón prisionero o al churro.

Recordaremos los objetos que nos acompañaron durante nuestra educación como la segueta, los rotrings, las capetas forradas, los mapas de la Península Ibérica, los cuadernos Rubio, los Carioca o el pegamento Imedio. Volveremos a tararear las canciones que se convirtieron en Banda Sonora de las excursiones como el “Vamos a contar mentiras” o los elefantes infinitos balanceándose en la tela de la araña.

A continuación, el autor nos lleva del cole a casa, donde descubrimos las funciones de “vital importancia” que llevábamos a cabo en el hogar como cambiar al UHF, bajar la basura o hacer los recados, y echaremos un vistazo a los objetos que adornaban nuestras casas como el mantel de hule, los tapetes de ganchillo, las escenas de caza, el papel pintado o el mueble bar. Recuperaremos las frases lapidarias de nuestras madres como el “algo habrás hecho”, “son lentejas…”, “Esto no es una habitación… Esto es una leonera” o “¿No te lo comes? Pues ya tienes cena”, y nuestros sentidos se despertarán con las comidas típicas, las meriendas, nuestros postres favoritos, etc.

Después del cole y la casa, no podían faltar las tardes interminables que pasábamos en la calle jugando, haciendo inocentes gamberradas, tirando bombas fétidas, explotando petardos, protagonizando batallas campales con los tirahuevos o cambiando cromos. Volverán resonar en nuestro oídos frases míticas como: “¡Me pido portero delantero!” “¿Eres poeta? Pues súbete la bragueta” “Si tú eres tú y yo soy yo… ¿quién es más tonto de los dos?”. Como no siempre cumplíamos las reglas, tanto en el cole como en casa o en la calle, también nos enfrentábamos a castigos como el reglazo, el borrador volador, el capón anillo o lo más crueles: sin postre, sin salir a la calle, sin paga o sin recreo.

Los últimos capítulos recorren nuestras aficiones, en el ocio, la música, los juguetes, las series de televisión, los comics, los libros, la ropa o las películas. La lista aquí es interminable, pero solo basta con citar unos pocos para despertar nuestros recuerdos como el Tragabolas, el CinExin, los walkman, los vaqueros nevados, la mariconera, los tois, las cazadoras de aviador, “Triges, leones”, “Vacaciones en el mar”, “Regreso al Futuro”, “Érase una vez…”, “Mazinger Z”, “Elige tu propia aventura” o “Pepe Gotera y Otilio”.

Y para finalizar, el autor propone un método infalible para descubrir a los portadores del gen EGB. Solo basta con identificar determinadas señales como responder al teléfono con un “¿digamelón?”, dar la hora con un “la hora 103” o “ las carne y hueso más pellejo”, decir “rebobina” cuando vemos un DVD o dar respuesta a la pregunta de “¿Para qué?” con el inevitable “Paraguayo”.

Mi resultado en el test ha sido coincidente casi al 100% por lo que no puedo evitar despedirme de vosotros con un "adiós, pinfloyd”.

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