La novela está narrada en primera persona por Rose Baker, mecanógrafa en la comisaría del distrito del Lower East Side, en Nueva York. Sus recuerdos se remontan al año 1922, cuando llevaba trabajando poco más de dos años en la comisaría y, junto a sus dos compañeras, se daban abasto para cubrir el trabajo de pasar a máquina el papeleo de fichas policiales, las confesiones y la correspondencia. Pero todo se desbordó con la Ley Seca cuando su comisaria fue la encargada de dirigir la primera “unidad ofensiva” de la ciudad. El frenético ritmo impuesto por la nueva ley que prohibía la producción, venta y transporte de bebidas alcohólicas, provocó que se vieran obligados a contratar a otra mecanógrafa, Odalie.
Rose es consciente de su aspecto anodino, carente de atractivo. Siempre había sido la clase de persona que vivía según las reglas, “con los años he adoptado una serie de normas para que, en ausencia de sus equivalentes en carne y hueso, me sirvieran de madre, de padre, de hermanos, incluso de amantes”. Sabía adaptarse a cualquier situación y no se dejaba impresionar fácilmente después de transcribir los delitos de todo tipo de criminal que desfilaban por la comisaría cada día. Pero todo va a cambiar con la llegada Odalie, inquietante y provocadora, que emana un magnetismo potente y oscuro en el que Rose no tardará en verse atrapada.
Odalie llevará a Rose por los mejores restaurantes de la ciudad y hará que descubra los “placeres” más ocultos que esconde Nueva York. Este es el punto de partida de una historia que cada vez se volverá más oscura mientras se van desvelando los secretos de las vidas de Rose y Odalie, en un juego de intrigas que mantendrá el suspense hasta el final.
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